top of page
Paola Ramos

Unidad 5: ¿A qué quieres jugar? (Lección 1: ¡Vamos a leer!)



Objetivos

  • Identifica los detalles relevantes.

  • Reconocer las semejanzas y diferencias entre textos que presentan un mismo tema.



Conceptos

  • detalles relevantes

  • semejanzas

  • diferencias

  • tema



 

Saludos! En el día de hoy estaremos leyendo dos versiones del cuento El soldadito de plomo. Lean muy bien ya que estarán realizando unas actividades sobre los cuentos.





Vocabulario


  1. detalles relevantes: es algo que sobresale o se destaca en relación a otras.

  2. semejanza: es que tienen características que comunes.

  3. diferencias: cualidad por el cual algo se distingue de otra cosa.

  4. tema: es el asunto de que se trata el texto.

  5. fundir: convertir metales y minerales sólido a líquido.

  6. fusil: arma larga portátil que dispara balas.

  7. guerrera: chaqueta militar ajustada.

  8. damisela: mujer joven

  9. vaporosa: dicho de una tela; muy fina

  10. muselina: tela de algodón.

  11. pestañear: mover los párpados.

  12. erguir: enderezar a alguien o algo.

  13. resorte: mecanismo plástico o de metal que utiliza un muelle.

  14. vértigo: pérdida de equilibrio por una sensación de movimiento.

  15. abalanzar: impulsarse violentamente.

  16. conmover: emocionar con ternura.

  17. contemplar: mira con atención algo.

  18. resplandor: luz muy brillante que emite el Sol.



Es hora de leer!

El soldadito de plomo




Había una vez un niño que tenía muchísimos juguetes, pero un buen día su abuelo le hizo un regalo muy especial. Se trataba de una preciosa caja de madera, que contenía en su interior una serie de soldaditos de plomo realizados a mano a base de fuego y metal. Todos llevaban el fusil al hombro, vestían espléndidas chaquetas rojas y pantalones azules y mantenían la mirada al frente.


- ¡Soldaditos de plomo! ¡Muchas gracias, abuelo! – dijo el niño con alegría.


Inmediatamente el pequeño fue sacando con cuidado todos los soldados de la caja, uno a uno, y los depositó sobre su escritorio como si estuvieran en formación. ¡Qué elegantes lucían! Parecían un ejército de verdad. Sin embargo, al sacar de la caja al último de los soldaditos, el pequeño se percató de que le faltaba una pierna. Lo que pasó fue que cuando los artesanos estaban fundiendo al último de los soldados, se les terminó el plomo y tuvieron que dejarlo sin una pierna.


El pequeño no se entristeció por ello, pero decidió colocarlo en el sitio más especial en su habitación: lo situó frente a uno de sus mejores juguetes, un hermoso castillo de papel donde vivía una bella bailarina vestida con un delicado vestido de tul rosa. La bailarina estaba apoyada sobre una sola pierna con sus brazos estirados, lucía tan bella que el soldadito al verla ni siquiera reparó en que se trataba de un pose de ballet y creyó que le faltaba una pierna, al igual que a él.


Desde entonces cuando el pequeño se iba a dormir, el soldadito pasaba largas horas mirando a la bailarina, ajeno al resto de los juguetes de la habitación. De hecho, mientras los demás juguetes saltaban y se divertían, el soldadito solo tenía ojos para su bailarina: – ¡Es tan bella y se parece tanto a mí! – pensaba el soldadito cada vez que la veía. Sin embargo, entre los juguetes había uno muy singular que no le perdía pie ni pisada al soldadito de plomo. Se trataba de un duende encerrado en una caja sorpresa, desde la que solía saltar para asustar a todos los juguetes que se acercaran. Un día, el mal humorado duende le dijo al soldadito: – ¿Por qué me miras fijamente? El soldadito no le contestó, prefirió desviar la mirada y mantener la compostura. – ¡Ah! ¿Te crees muy listo? ¡Atente a las consecuencias! – amenazó el duende al soldadito.

Aquel incidente no habría tenido mayor trascendencia de no haber sido porque una tarde, el niño decidió cambiar de lugar al soldadito de plomo situándolo con el resto de sus compañeros, para que fuesen a luchar al frente. Mientras los iba organizando, colocó al soldadito de plomo en el borde de la ventana. Y, misteriosamente, cuando el niño levantó la mirada, el soldadito ya no estaba. Buscó por todos los rincones de su habitación pero no encontró al soldado, y pensó que tal vez podría haberse caído a la calle con una ráfaga de viento.

Sin embargo, en realidad había sido el duende de la caja sorpresa que lo había lanzado por la ventana sin que nadie lo viera. El pequeño no pudo bajar a buscar al soldadito porque había mal tiempo y la lluvia azotaba con fuerza la fachada de su casa:

– Cuando cese la lluvia lo buscarás – le dijo su madre.

Pero unos niños, que estaban jugando en la calle bajo la lluvia, se adelantaron y encontraron al soldadito bajo la ventana. Entusiasmados, decidieron jugar con él:

– ¡Le haremos un barco de papel para que navegue! – propuso uno de los niños. De este modo, cogieron un periódico viejo, hicieron un barquito y, aprovechando que la lluvia había formado pequeños riachuelos en las aceras, colocaron al soldadito sobre el barco de papel para que navegara por ellos. Rápidamente el soldadito terminó dentro de una alcantarilla.

– ¡Dios mío! ¿A dónde iré a parar? ¿Qué será de mí? Nada de esto me importaría si estuviera conmigo la hermosa bailarina – pensó abatido el soldadito.

Mientras tanto, el barquito, que era de papel, se iba deshaciendo, por lo que el soldadito terminó siendo arrastrado con fuerza por el agua. Así continuó navegando sin poder detenerse, hasta que llegó al mar. Poco antes de que el soldadito llegase al fondo, un pez muy grande se lo tragó. Dentro del pez solo había silencio y oscuridad, pero el soldadito era valiente y no tenía miedo.

Muy pronto se durmió en el estómago del pez. Sin embargo, poco duró su tranquilidad porque el pez había sido pescado y ya estaba rumbo al mercado de la ciudad. La buena suerte quiso que la madre del niño decidiera que ese día iba a cocinar pescado fresco, así que marchó al mercado y compró aquel pez. Cuando llegó a casa y se puso a limpiar el pescado, descubrió que en su interior había un soldadito de plomo muy parecido al que había perdido su hijo. Inmediatamente llamó al niño para darle la buena noticia.

El pequeño estaba muy contento por tener de nuevo al soldadito, lo colocó en su escritorio, justo frente a la ventana y bajó a cenar. Un momento después, una fuerte ráfaga de viento abrió con fuerza la ventana y lanzó al soldadito de plomo directo a la chimenea de la habitación que se encontraba encendida.

El pobre soldadito, comenzó a derretirse lentamente bajo el calor de las llamas. Sentía mucho dolor pero como podía ver a su bailarina, se sintió aliviado. De pronto, una nueva ráfaga de viento empujó a la bailarina de papel hacia el fuego y, en un singular revoloteo que parecía una magnífica función de ballet, la bailarina terminó junto al soldadito en las llamas. Sin embargo, tuvieron el tiempo suficiente para mirarse antes de que el fuego terminara de devorarlos.

A la mañana siguiente, cuando el fuego ya se había apagado, el niño encontró bajo las cenizas un pedazo de corazón de plomo fundido, que parecía lanzar destellos de purpurina y telas de tul y seda.





El soldadito de plomo, Dreyfous & Associates (adaptación)



El soldadito de plomo

Había una vez veinticinco soldaditos de plomo, hermanos todos, ya que los habían fundidos en la misma vieja cuchara. Fusil al hombro y la mirada al frente, así era como estaban, con sus esplendidas guerreras rojas y sus pantalones azules.


Lo primero que oyeron en su vida, cuando se levantó la tapa de la caja en que venía, fue: "¡Soldaditos de plomo!" Era el grito de un niño ante su regalo de cumpleaños. Enseguida los puso en fila sobre la mesa.


Todos los soldaditos eran iguales, con excepción de uno que mostraba una sola pierna, pues al fundirlos, había sido el último y el plomo no alncanzó para terminarlo. Allí estaba él , firme sobre su única pierna.


El niño alineó los juguetes en la mesa. Había otros, pero el más bello era un castillo de papel. Frente al castillo, lo más bonito era una danisela que estaba de pie, vestida con un traje de vaporosa muselina, con una estrecha cinta azul sobre el hombro, a manera de banda, en la que lucía una brillante lentejuela. Tenía los brazos en alto, pues era bailarina.

-Esta es la mujer que deseo para esposa. ¡Trataré de conocerla!

-expresó el soldadito.


Ya avanzada la noche toda la gente se fue a dormir. Entonces, los juguetes comenzaron sus juegos, recibiendo visitas, peleándose y bailando. Los únicos que ni pestañearon fueron el sodaditos y la bailarina.


Ella permanecía erguida sobre la punta del pie, con los dos brazos al aire; él estaba firme sobre su única pierna y sin apartar de ella sus ojos. El reloj dio las doce campanadas y se abrió la tapa de la caja de tabacos.


Allí había un duente verde, algo así como un muñeco de resorte.

-¡Soldadito de plomo - gritó -, no mires la bailarina!

Pero el soldadito se hizo el sordo.

-Está bien, espera a mañana y verás - dijo el duente.


Al otro día, alguien puso al soldadito en la venta, esta se abrió y el soldadito se precipitó desde el tercer piso. El niño bajó a buscarlo; pero no lo encontró. Entonces cayó un gran aguacero.


Cuando escampó, pasaron dos muchachos por la calle.

-¡Allí hay un soldadito de plomo! - exclamó uno.

- Hagámoslo navegar.


Construyeron un barco con periódico, colocaron al soldadito en el centro y este se fue cuneta abajo. El barquito giraba tan rápido que el soldadito sentía vértigos.

De pronto el barco se abalanzó al canal, dio tres vueltas y se hundió


El soldadito pensó en la bailarina, a la que no vería más. Al instante, un gran pez se lo tragó, este dio vueltas y vueltas hasta que por fin, quedó inmóvil.


Al poco rato, brilló dde nuevo la luz del día y se oyó una voz que gritaba:

-¡Un soldadito de plomo!

Alguien había pescado el pez, lo había vendido y, ahora, el soldadito se encontró en una cocina donde abrieron al pez con un cuchillo.


Con mucho cuidado, la cocinera llevó el soldadito a la sala. ¡Todos querían ver al valiente que viajó dentro de un pez!


Por sorpresa, ¡el soldadito de plomo se encontró en el salón donde estuvo antes! Allí estaban todos y vio el castillo con la linda bailarina, que pertenecía aún sobre una sola pierna. ¡Ella había sido tan firme con él!


Esto conmovió tanto al soldadito, que estuvo a punto de llorar lágrimas de plomo, pero no lo hizo; no habría estado bien que un soldado llorase. La contempló y ella le devolvió la mirada pero ninguno dijo una palabra.


De pronto, uno de los niños agarró al soldadito y lo arrojó a la chimenea. El soldadito se halló en medio de intensos resplandores. Sintió un calor terrible; no sabía si era a causa del fuego o del amor.


Miró a la bailarina, ella lo miró y el soldadito sintió que se derretía. En ese instante una corriente de aire hizo que la bailarina cayera junto al soldadito, donde ardió en una llamarada y desapareció.


Poco después, el soldadito se acabó de derretir. Cuando a la mañana siguiente la sirvienta removió las cenizas encontró un pequeño corazón de plomo; pero de la bailarina no había quedado sino lentejueja, que ya no resplandecía más.





Es tiempo de las actividades!


Parte 1: Identica los detalles relevantes de las dos versiones del cuento.





Parte 2: Completa la tabla. Escribe tres diferencia de cada cuento y tres semenjanzas. Recuerda que lo puedes realizar en tu libreta o puedes imprimir la hoja.



Diferencias (cuento 1)

Semenjanzas

Diferencia (cuento 2)

1.

1.

1.

2.

2.

2.

3.

3.

3.



Parte 3: Colorea al soldadito de plomo y a la bailarina. Recuerda que puedes imprimir la hoja.








0 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


bottom of page