Muchos pequeños se enfrentar por primera vez a la fiesta de los difuntos, pero un niño de seis años no necesita saberlo todo sobre la muerte. Estos días, las calles se llenan de carteles con imágenes de calabazas, esqueletos, calaveras, fantasmas sangrientos, telas de araña... Halloween ya está aquí.
Incluso en los centros escolares cambian su imagen habitual y adornan sus aulas con estos elementos permitiendo que los alumnos vayan disfrazados con vestimentas y caretas, cuanto más terroríficas mejor.
Pero, ¿es adecuado que los niños se celebren Halloween? ¿Les ayuda esta «fiesta de la muerte» a despejar sus miedos o, por el contrario, fomenta que tengan pesadillas? Según Àngels Ponce, terapeuta familiar, los padres que tengan ciertos temores a que sus hijos entren por primera vez en contacto con la palabra muerte por celebrar Halloween, no deben preocuparse «porque precisamente se trata de una fiesta para divertirse y debe tomarse de este modo. Los niños se entretienen disfrazándose y viendo los disfraces de los demás, les gusta asustar y se rien de ello».
El hecho de celebrarlo con sus amigos les otorga, además, cierta «normalidad» a verse con esa imagen terrorífica. No obstante, esta experta explica que esta fiesta tampoco es el momento adecuado para hablar a los niños de la muerte. «Es mucho mejor hacerlo con motivo de cualquier otro hecho cotidiano como puede ser ver un insecto muerto en el suelo, ver una película de dibujos en la que un personaje fallece, tras escuchar una determinada noticia en los informativos... La celebración de Todos los Santos también es un buen momento puesto que las familias suelen ir al cementerio y llevar flores y se puede aprovechar la ocasión para explicarles todo lo que significa y cómo se echa de menos a personas que ya no están».
Aun así, algunos padres, en un alarde de proteger a sus hijos de asuntos que les puedan hacer sufrir, se preguntarán: ¿qué necesidad hay de hablarles del tema si ellos no preguntan?
La respuesta es contundente: «Los niños, al igual que todo ser humano, no saben cuándo les va a sorprender la muerte de un ser querido. Si ellos han hablado con sus padres en alguna ocasión de forma natural sobre la muerte, la tendrán integrada en su vida. Si vive completamente ajeno al tema, cuando llegue el día de tener que despedirse supondrá un verdadero shock. Las consecuencias pueden ser muy negativas porque será incapaz de asumir el fallecimiento y será muy probable que necesite ayuda profesional para superar su forma de sentir», explica Àngels Ponce.
No obstante, en el momento en el que un ser querido muere es normal que los adultos se enfrenten a las preguntas «incómodas» de los más pequeños de la casa debido a que desde su curiosidad e ignorancia no comprenden qué ha ocurrido y sienten gran pena. « En general los padres se manejan mal ante estas situaciones porque suponen una excepción dentro de las conversaciones con los hijos. La muerte no es un tema que se trate con frecuencia y naturalidad, sino que solo se aborda de manera esporádica cuando sucede dentro del seno familiar… y muchas veces se hace de puntillas, sin tratarlo en profundidad . Todos los padres desean poder ahorrarles el sufrimiento ante la pérdida de un ser querido, pero la mayoría de ellos no saben cómo hacerlo», asegura esta experta en terapia familiar y duelo.
Tener claras algunas ideas y aspectos a la hora de comunicar este tipo de sucesos a los más pequeños puede ser de gran utilidad para todos los miembros de la familia. Àngels Ponce apunta algunos de estos aspectos para hacer esa conversación más cómoda.
Es necesario transmitir y sentir tranquilidad
Cuando uno da una explicación suele hacerlo desde su propio estado emocional. Según esté esa persona, así será la forma en la que transmita la información al niño, contagiándole de sus emociones. « Es importante ser consciente de cómo nos encontramos nosotros mismos porque esa emoción se impregnará en el niño , así que si lo que quiero es transmitir tranquilidad debo sentirla y buscar un momento en calma», afirma la experta.
Se debe tener en cuenta que, junto a las palabras, el pequeño también observará la actitud y el lenguaje no-verbal del adulto, por lo que tiene que existir una coherencia entre lo que se dice, cómo se dice y cómo se actúa.
Es inevitable que estas situaciones de pérdida significativa provoquen emociones dolorosas y tristes, que pueden hacer perder la calma , pero es necesario encontrarla antes de ponerse cara a cara con el niño o la niña.
No se debe temer al uso de la palabra «muerte»
Es habitual que esta palabra se evite siempre que se habla frente a un menor, pero es necesario normalizar su uso. Muchos niños y niñas ya saben que existe la muerte , la conocen tras haberla leído en los cuentos, visto en películas o en la propia televisión. La mayoría de ellos conocen a alguien a quien se le ha muerto algún familiar, algún amigo o alguna mascota muy querida. Es importante que el temor al uso de esta palabra desaparezca para de esa forma facilitar el entendimiento con el niño.
Ser sinceros y demostrar las emociones reales
«Si el niño tiene edad para entender lo que ha ocurrido no hay que recurrir a metáforas, tan sólo se debe decir la verdad», aconseja Ponce. Es importante enfrentarse a este tipo de situaciones siempre contando la verdad y no escondiendo lo que el adulto siente o lo que ha ocurrido.
Compartir con los niños la realidad y las emociones que acompañan a la pérdida de un ser querido, refuerza esas emociones y las normaliza.
Debemos transmitir que llorar, estar triste es normal o echarlos de menos es normal, de esta forma le damos permiso para que expresen y las compartan con nosotros. «Compartir con los niños lo que sentimos es la mejor manera de educarles emocionalmente», explica la experta.
Adaptar los argumentos y conceptos según la edad
Los niños entenderán la muerte mediante su experiencia y madurez, por lo que es muy importante adecuar el discurso a la edad del niño. «Debemos tener en cuenta que un niño de 6 años, por ejemplo, no necesita saberlo todo acerca de la muerte », asegura Ponce.
En los casos en los que los niños son pequeños es aconsejable responder simplemente a las preguntas que ellos realicen, sin darle más explicaciones que las que ellos demandan.
Hablar con él de la persona fallecida puede ayudar a que el pequeño exprese sus sentimientos sobre lo que ha ocurrido y sobre la persona que no está, y podamos conocer más su estado emocional.
El niño puede reaccionar frente a la muerte de muchas formas, dependiendo de los factores que le influyen, no sólo la edad que tiene, sino la manera en la que se relaciona con su entorno, el nivel de entendimiento, la experiencia o el propio vínculo que le unía con la persona fallecida.
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